La pandemia ha puesto a los fumadores en el punto de mira. Si bien muchas ciudades europeas como Turín ya habían planteado una hoja de ruta para evitar el consumo de tabaco en la vía pública, la pandemia no ha hecho más que reforzar esta idea entre los legisladores, ya que se ha puesto sobre la mesa imponer esta idea en nuestro país no solamente para evitar las enfermedades derivadas del tabaquismo tanto en las personas que no tienen este hábito como en los denominados fumadores pasivos, sino para evitar el aumento de contagio por coronavirus, ya que al exhalar el humo se transmiten aerosoles que a su vez portan el virus.
Además, numerosos estudios han probado a lo largo de estos meses como el tabaco nos hace más vulnerables ante la infección. En esta misma línea, uno de los últimos ensayos, afirma que los fumadores tienen hasta un 50% más de posibilidades de desarrollar la infección que los que no tocan un cigarrillo a lo largo del día.
Esta investigación, desarollada gracias a los datos de miles de enfermos recopilada por la aplicación ZOE del King’s College London, viene a contradecir estudios anteriores en los que se ponía de manifiesto que o bien no existían ninguna corelación entre graves síntomas de coronavirus y el tabaquismo o incluso otros que afirmaban que podían llegar a ser más leves. Con los datos de este último estudio en la mano, los que quitan hierro a la influencia negativa del tabaco quedan totalmente denostados.
Tabaco y coronavirus
El primero de los preocupantes datos publicados en la revista British Medical Journal (BMJ) es que las personas que fuman tienen hasta un 50% más de posibilidades que aquellos que no tienen este hábito de desarrollar diez o más de los síntomas más claros de coronavirus al mismo tiempo, entre los que se encentran la tos, fiebre, pérdida del olfato, pérdida del apetito, diarrea, fatiga, confusión y dolor muscular. Esta ratio es del 14% si se toman en consideración solamente los tres principales síntomas que genera el SARS Cov 2, es decir, dificultad respiratoria, tos persistente y fiebres, presentes en la mayoría de las personas que no son asintómaticas, es decir, en alrededor de una quinta parte de los que resultan infectados por el virus.
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